29 de mayo de 2007

Le lûne colg d’un hilit














Le lûne colg

d’un hilit

Tre finit, tre

finit ,tre finit….

No sé si recuerdan cómo terminaba esta especie de poema que nos contábamos cuando éramos chicos emulando el franchute, venía un fille de put, cortaba el hilit y tut le mond se iba a la mêrde...
La introducción viene a cuento porque en este tono, juglaresco, de chistes e ironías, de leyendas y saberes, Horacio Tignanelli fue desandando su taller de astronomía, para los once que nos
pusimos a crear un nuevo mundo, con nombres inventados, y lagos bautizados por nuestros
deseos...Hicimos también las constelaciones haciéndole caso a nuestros miedos, y
nuestro pedacito de cielo en una ventana, por donde entraba el brillo del sol patinando entre los rojos de los árboles.
Con un sextante hecho en ese momento pudimos ver el ángulo de la luna, con una media esfera de cristal el paso del sol en la tarde sabatina.
A la noche, en una procesión embarullada de oes y risas, caminamos todos juntos desde el lago donde vimos todo el cielo reflejado, nos dimos cuenta como se mueven los astros, todos juntitos y en escuadra, no sea cosa que se pierdan en el infinito o más allá!

Vimos el cielo de las antípodas en un nadiroscopio que contruyó Horacio, y nuestro asombro llegó a su cenit, cuando nos contó la leyenda de Orión y su espada mágica colgando más bajo que su cintura y completamente en el aire, muy cerca de lo que vulgarmente llamamos, las Tres Marías...
(Mori, Gus: Chicos...lo lamento...
se fueron en el mejor momento!)

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