20 de diciembre de 2006

Anoche llovió


y mucho,
todavía no conozco los reportes. Pero sé que serán bravos.
Había ido a la cama, después de un maravilloso descubrimiento de Baltasar.
Tenía por primera vez olor a sudor.
Pero no a cualquier sudor. Sino al de su padre.
Lo tengo en mí, papá está en mí, lo llevo adentro.
Y se olía, se olía, y se olía.
El milagro de los genes.
Recordé a Mónica cuando descurbrió en la cabecita de su hija
el olor del hombre amado y muerto.
Recordé a Mori cuando describió en su poema ADN
rastros del padre de su hijo.

No te vas a bañar Baltasar?
No, dijo rotundo, este es olor a machito.
Y la sonrisa se le escapaba entre las pestañas.

Con ese olor en mi nariz, y esos milagros
de padres, madres e hijos me acosté.
Luego comenzó el diluvio.
La ramas de la higuera golpeaban furiosas contra el techo y las ventanas.
La lluvia y el viento eran demasiado.

Pensé en las casas de chapa que había hecho la Universidad
con sus estudiantes voluntarios, un proyecto hermoso
que se estaría viniendo abajo.
Busqué en la fecha algún signo premonitorio de algo.
Recordatorio de algo.
20 de diciembre, hace unos años,
murieron civiles , jóvenes , en la Plaza de Mayo.
Era la època del corralito, del inicio del exilio
económico de tantos y tantos.
Mientras algunos pocos ricos sacaban sus dólares del país,
otros entregaban su vida.
Siempre pasa no?
El César o Catón.
No hay sitio para los dos en este mundo.
Ayer parecía no haberlo,
yo estaba mirando la lluvia arrasar con las ciruelas,
mientras seguro, en otra parte de la ciudad,
alguien estaba rescatando gente de morir ahogada.

No puedo hacer hoy otra cosa,
que pensar en mi situación privilegiada.
Y mi culpa.

Mientras tanto, un escrito del año pasado que habla de eso:

Agua.
En Asturias y Girona,
en New Orleans, en Guatemala,
en la selva,
en el vientre de los hinchados que
no sabían nadar,
en el tsunami
que la inglesita
gritó a tiempo
y que los animales previeron.


Agua para no morir de sed,
para enjugar los ojos
de los que lo vieron todo,
la que no llega,
agua bendita
para muchos,
indiferente para otros,
vida o muerte
para la gran mayoría
de hijos
que habitan este sediento mundo.

Para los que en estos días
perdieron bajo el agua lo que tenían,
mientras yo reía.

3 comentarios:

Patricia dijo...

Gracias por lo que escribiste, Diana, y por compartir las maravillas que dice y hace tu hijo.

Patricia dijo...

Casi me olvido! Felíz navidad, y que no tengan demasiado calor!

Anónimo dijo...

de nada patricia, ahora tengo las fotos del ensayo de hoy con los títeres...están lindísimas!